TEMAS DE REFLEXION 2La verdad es que sabemos muy poco sobre la vida, realmente no sabemos cuáles son las buenas y las malas noticias”, observó el escritor estadounidense Kurt Vonnegut refiriéndose a que, en cualquier momento, las buenas noticias se pueden convertir en malas y viceversa, ya que cada situación contiene la semilla opuesta.
Alan Watts
se refería a este fenómeno diciendo que “Todo el proceso de la naturaleza es un
proceso integrado de inmensa complejidad, y es realmente imposible saber si
algo de lo que sucede en él es bueno o malo”.
Aún así, la
mayoría de nosotros no podemos evitar pensar en términos de pérdidas o
ganancias, de bueno o malo. Tenemos un pensamiento dicotómico y, como tal,
necesitamos catalogarlo todo en fenómenos opuestos, a poder ser relacionados
con nosotros mismos. Por tanto, pensamos que todos los sucesos pueden ser
beneficiosos o perjudiciales. Por eso, pasamos la mayor parte del tiempo
preocupándonos por la posibilidad de que ocurran eventos que consideramos
negativos y perjudiciales, pérdidas potenciales impulsadas por lo que
percibimos como “malas noticias”.
La ansiedad
moderna se sustenta, fundamentalmente, en preocupaciones por cosas que jamás
sucederán
Algunos
psicólogos afirman que la ansiedad moderna se sustenta en cinco categorías de
preocupaciones, cuatro de las cuales son imaginarias y solo la quinta se
refiere a preocupaciones que tienen una base real, pero estas ocupan solamente
el 8% del total de nuestras preocupaciones cotidianas. En otras palabras: somos
auténticos maestros en el arte de preocuparnos por nada.
Y esas
preocupaciones alimentan miedos presentes o augurados, manifiestos u ocultos,
genuinos o supuestos... Internet ha agravado aún más esta situación. El hecho
de estar permanentemente conectados, sabiendo lo que sucede en todos los
rincones del mundo, genera una ansiedad difícil de soportar. ¿Cómo podemos
estar seguros de que no seremos las próximas víctimas de un ataque terrorista?
¿Cómo garantizamos que no será nuestro edificio el próximo en arder?
Estar al
tanto de todas las catástrofes y adversidades que suceden en cada rincón del
planeta sume a nuestra mente, ya de por sí propensa al catastrofismo, en un
estado de auténtico delirio. Al respecto, el sociólogo Zygmunt Bauman explicó:
"quizá el volumen de incertidumbre no ha crecido, pero el volumen de
nuestras preocupaciones sí lo ha hecho". Esto nos revela una verdad tan
evidente como difícil de asumir: la mayoría de nuestras preocupaciones no tiene
una base real, pero eso no impide que sus efectos en nuestro día a día sean
devastadores.
El antídoto
de Séneca para liberarnos de las preocupaciones inútiles
Séneca, el
gran filósofo estoico, examinó hace siglos nuestra tendencia a centrarnos en
los aspectos negativos de las situaciones y preocuparnos excesivamente.
Explicaba: “los animales salvajes huyen de los peligros que encuentran en su
realidad, y una vez que han escapado, no se preocupan más. Sin embargo, a
nosotros nos atormenta el pasado y lo que está por venir. Nuestra 'bendición'
nos hace daño ya que la memoria nos devuelve la agonía del miedo, mientras que
la capacidad de previsión lo provoca prematuramente”.
Se refería a
que nuestra mente se encuentra a caballo continuamente entre el pasado y el
futuro, entre los errores y desastres que vivimos y los errores y desastres que
podrían acaecernos. De hecho, en su correspondencia con su amigo Lucilius,
publicada más tarde como “Cartas de un Estoico” llegó a la conclusión de que:
“Hay más cosas que pueden asustarnos que aplastarnos; sufrimos más a menudo en
la imaginación que en la realidad”.
Luego, con
la vista puesta en el hábito humano, a menudo autodestructivo y agotador de
prepararnos para un desastre imaginario, nos aconseja: “Algunas cosas nos
atormentan más de lo que deberían; otras nos atormentan antes de llegar y otras
nos atormentan cuando no deberían atormentarnos en absoluto. Tenemos el hábito
de exagerar, imaginar o anticipar la tristeza.
“No seas
infeliz antes de que llegue la crisis pues puede ser que los peligros por los
que sufres antes de que te amenacen, nunca te alcancen”.
Por
supuesto, es mucho más fácil decirlo que hacerlo. Séneca lo sabía, por eso
también analizó la diferencia entre las preocupaciones razonables y las
irracionales, mostrándonos la inutilidad de malgastar nuestra energía mental y
emocional en estas últimas, perfilando además un camino a seguir:
“Es probable
que algunos problemas ocurran realmente, pero no es un hecho presente. ¡Cuántas
veces sucedió lo inesperado! ¡Cuán a menudo lo esperado no ha sucedido! Y
aunque pueda suceder, ¿de qué sirve agotar nuestros recursos para hacerle
frente a su sufrimiento de antemano? Sufrirás cuando suceda, así que mientras
tanto, mira hacia adelante para intentar mejorar las cosas. ¿Qué ganarás?
Tiempo. Mientras tanto, ocurrirán muchos sucesos que servirán para posponer o
eliminar el problema. Incluso la mala suerte es voluble. Tal vez viene, tal vez
no; mientras tanto, no está. Así que concéntrate en cosas mejores”.
Séneca se
esmeró especialmente en advertirnos de que el mayor peligro de la preocupación
permanente es que nos mantiene siempre tensos, en guardia contra una catástrofe
imaginaria, impidiéndonos vivir plenamente el momento presente. Por eso, su
antídoto para aliviar la ansiedad y deshacernos de las preocupaciones es:
“La
verdadera felicidad es disfrutar del presente sin dependencia ansiosa del
futuro, no divertirnos con esperanzas o miedos, sino descansar tranquilos, como
el que no desea nada. Las mayores bendiciones de la humanidad están dentro de
nosotros y se encuentran a nuestro alcance. Un hombre sabio está contento con
su suerte, sea cual sea, sin desear lo que no tiene”.
Por tanto,
la clave está en vivir aquí y ahora, sin desarrollar deseos que nos vuelvan
excesivamente expectantes y generen incertidumbre por el futuro. Si nos
preocupamos hoy por convertirnos en personas más resilientes y echar en la
mochila de la vida las herramientas psicológicas que podríamos necesitar, el
futuro no debería preocuparnos demasiado, sea cual sea.
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